De camino, pudimos pasar a un oasis enorme, una extensión de muchas palmeras y vegetación en medio de un panorama seco y sin vida.
Trascurridas un par de horas, llegamos a nuestro hotel, situado muy cerca del desierto. Después de que se nos asignaron nuestras habitaciones y descansamos un poco, había llegado la hora de comenzar la aventura en camello hacia el desierto del Sahara.
Debo confesar que me encontraba algo nerviosa por montar un camello. Había visto videos y leído un poco de cómo era. Para subir, el camello se inca, tu subes y después él se para, pero para hacerlo, se inclina mucho hacia adelante, por lo que pensé que me podría caer del camello.
La práctica de montar animales con fines turísticos es algo que no me agrada. No quería llegar al desierto de esa manera, pero tampoco me iban a dejar ir caminando, pues es un camino largo y pesado, únicamente iba a retrasar a todo el grupo. Honestamente me siento culpable por esa parte del viaje.
Después de montar a camello por lo que se sintieron como dos horas (no tome el tiempo) finalmente llegamos a las Jaimas para pasar la noche en el desierto. Llegamos al atardece, así que pudimos presenciar uno de los atardeceres más espectaculares que eh visto.
Por la noche cenamos y exploramos los alrededores. Las personas locales y encargados del campamento montaron una fogata y en unos momentos se convirtió en una fiesta. Se estaban tocando los tambores y cantando al ritmo de Shakira “waka waka” esto es África. Las estrellas se podían ver muy claramente, la gente comenzó a bailar y cantar, fue un momento inolvidable.
Pasamos la noche en una Jaima, que es una tienda para muchas personas. En la mía había como 12 personas más, no conocía a todas, pero estuvo bien. Tenía miedo de tener mucho frío, pues dicen que en el desierto baja mucho la temperatura en la noche, pero dormimos entre muchas cobijas y mantas, así que en realidad no tuve frio.
Además de poder presencias un hermoso atardecer, tuvimos la suerte de poder ver el amanecer, que de igual forma, fue algo impresionante. Y así fue como dijimos adiós al hermoso desierto del Sahara.
El regreso al hotel cercano al desierto fue todo un reto. Las piernas me dolían mucho por haber montado el camello el día anterior. El viaje se sintió eterno y bastante doloroso. Supongo que es karma, no deberíamos estar montando animales y esa es la consecuencia.
Al llegar al hotel desayunamos y nos dieron tiempo para descansar un poco. Para ese día teníamos actividades opcionales, como andar en autos 4x4 en el desierto y visitar algunas comunidades que viven ahí.
Viajar en 4x4 en el desierto fue una actividad que me gusto. Íbamos muy rápido en estos autos que daban brincos y vueltas por las dunas del desierto. No se cuanta preparación tenían los conductores, pero por suerte nada malo paso y me divertí mucho.
En esos mismos autos fuimos a una cooperativa lugareña que vendía un tipo de bebida que no recuerdo bien que era. Después algunos locales bailaron y cantaron un poco. Tenían mucho ritmo y cantaban muy bien, lo hacían verse tan fácil, sin embargo cuando lo intentamos, no fue tan fácil.
Visitamos también un pueblo nómada. Fue algo impresionante de ver y sentir. En medio del desierto, sin nada cerca, se encontraban algunas casas, hechas de lámina y madera, donde vivían pequeñas familias. Algunas personas dejaron que los turistas entraran a sus casas. Yo no entre y me mantuve un poco a la distancia pues para mí, se sentía raro, así que, por lo mismo, no supe bien cómo es que viven, que hacen o donde obtienen comida.
Al terminar volvimos al hotel, donde pasamos la tarde en la alberca, comiendo y descansando.
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